sábado, junio 10, 2006

VENDRAN LOS DIAS Y TENDRAN TU ROSTRO





Nada pudo diciembre contra el semestre tuyo.
Nada el sol silencioso contra tu sombra hablada.
Desde el fondo de todo
Lo que tengo
Me faltas.

CESAR CALVO.






Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un
poeta famoso y leas estas líneas que el autor
escribió para ti
y tú no lo sepas.

E. Cardenal





I

Te vi sumergida en la tarde
Cuando estaba hundido en la tristeza.

Tus manos fueron dos largas avenidas por donde mi sombra abandonó la ausencia.

Te había visto desde mi ventana
Atravesando las horas de la tarde
Con gotas de lluvia detenidas en el aire

Como granizada helada en medio de la noche fría
Con tus veinte años
Y más venidos con el sueño.

Frágil como una libélula de agua,
Tenue como la sombra de un ave
Que vuela en rito
En círculos enormes
Buscando inerme su última morada.

Sumergida estabas en el centro de la tarde,
Los racimos de tus labios
Sumergidos en eneros

Tus ojos infinitos, tus manos atando adioses
Y una larga avenida
Arrastrando tardes de distancia.




II

Sólo para retener tu mirada
Desarmé la navidad de mi silencio

Sólo para encontrarte en mi mañana
Inventé la segunda huída a Egipto

Tu voz aprisiona mi alma cuando la oigo,
Tus ojos son dos estrellas en el centro de mi pecho.

Ya no sé
Cuándo besé tu alma por primera vez,
Ya no recuerdo,
Ya no recuerdo la primera vez que firmé tu tarde

Con tus manos detuviste mi pena
Cuando una estampida de angustia me seguía
Y
Empecé
A darme cuenta
Que tus sueños eran estrellas en mi firmamento.

Sólo para retener tu sonrisa
Te busqué en el cielo más oscuro de mi vida.


Sólo para oír tu voz
Penetré en las negras calles del destino.

Mañana inventaré el retorno

Tus ojos de estrella brillan en mi noche

Y aunque no entiendas
Que la tarde se ha caído en una catarata.

Esta tarde que hemos vuelto
He sentido tu adiós feliz como un te quiero.
Voy a regresar a buscarte entre la lluvia
Sin tener que inventar huidas a Egipto
Por segunda vez.

La próxima tarde huiremos al silencio a donde el murmullo de los días
No pueda tocarnos.

Sólo si quieres oír el canto de mi sangre
Sólo si quieres tomar al viento de la mano
Sólo si quieres parte de esta noche
Que ha empezado a incendiarse con tus ojos.




III

Tus ojos persiguen a la luna
En esta noche azul

El patio de la casa está ausente
Entre tus ojos tristes.

De tus manos brotan palomas blancas
Hasta el cielo.

Si no estuvieras
Como habría de amarte

Quizás te inventaría
Paloma blanca entre los valles

Tan lejos, te buscaba, tan lejos
¿de dónde iba a saber que te hallaría?
Si en enero
Aún tu voz no nacía a mi mañana.

Tus ojos persiguen a la luna en esta noche
Mis ojos se hallan con el llanto en el silencio

Tu ausencia está tan cerca de mi pecho
tan lejos de tu ausencia.



IV

Llueve en el silencio de esta noche incierta
Tus pasos distantes han de retornar al cielo
Donde te espera el cansancio inmenso
De un día envejecido por tus horas muertas.

A lo lejos se escucha el rumor de la noche
El eco lejano de la vieja avenida,
Tú a este tiempo has de estar dormida
En otros mundos desde aquí puedo verte.

La noche es fría y más fría al saber
Que tus ojos dormidos han huido al río
A buscar el agua en donde beber
El último llanto de mi amor en rocío.

El silencio inmenso en todos los rincones
Hay armonía en toda esta noche vacía
Que me contempla inmediata y con melancolía.
Mañana has de volver a tus aflicciones

Duérmete y sueña con la tarde sola
Cuando en mayo vimos la primera estrella
Cuando en mayo encendimos la vela
Y el amor llegó de lejos como una ola


La noche inmensa sigue su camino
El silencio más grande cae sobre el ruido
Yo estoy solo, tú no estás conmigo
Han dado las doce, sé que te has dormido.






V


Te vi en un sueño
Como un presagio de delirio
Tus ojos negros aún no me veían

La noche más enorme cabía entre mis manos
La lluvia más larga era una sola lágrima.

Mañana entenderás
Que cuando el amor nos llama

El ayer se sumerge en una estela blanca.



VI


He vuelto a oír tu voz en medio de la tarde
Confundida entre el murmullo

Ya no puedo negar que me has hecho naufragar
En este mar hecho de días

Ya no puedo mentirme ni negarme
Tus ojos me arrastraron del naufragio

Mañana otra vez la calle resucitará al mundo,
Esta noche ha empezado a morir

En la mesa permanecen inmóviles
Las flores muertas de alguna primavera.

No puedo negar que has empezado a habitar en mí
Como un viento fresco de otoño.

Toda tu inocencia recorre por mis venas
Cuando te veo y el mundo todo se transforma.

Toda la tierra gira y gira
Cuando me veo en tus ojos y veo tu vida.

Mañana otra vez volveré a llamarte
Para sentir la vida toda en medio de la tarde.


VII

Al final de la calle hay una puerta
Mas allá, después
Una reja,
Después,
Un candado
Después,
Tu ausencia...

Y este enero solo sin tus manos
Con mi abandono y mis preguntas.

Doce y diecinueve, frío silencio
Nadie ha preguntado cómo me siento.

Al final de las horas hay un silencio
Más allá después
Una pregunta,
Después un vacío,
Después,
Tu ausencia.

La noche nace y muere
Y tu no estás conmigo.


Los días van y vienen
Y hoy aún no te he visto.

Afuera el viento sopla
En medio de la noche.


Nadie ha vuelto a preguntar por mí
Nadie ha vuelto a mirar mi pecho herido.

La noche crece y muere
Tu voz es una catarata de silencio

Mis palmas son caminos
Que abrazan tu destino.

La noche grita y llama
Y tú no estás conmigo.

Tus manos se han llevado
Todo mi universo

El viento grita y calla
Ya no puedo callar cuanto te quiero.

Si después, cuando resucite la mañana
Aún
Más allá
En medio del silencio
Te sigo amando con las hojas de este enero
Buscaré en la tarde
Las horas que he perdido
Tus ojos, tu risa, tu voz
Todo...
Todo lo que he perdido

Al final de estos versos
Hay una calle
Por ella te vas tú
Por ella me voy yo
Y tú
No estás conmigo.





VIII


Mil años antes, mil años atrás
Cuando tu casa era un campo sólo
Yo era un gorrión en él

La única calle era la mañana
Y el único regreso era la tarde

Cómo pasan los días
/Las palabras desaparecen en el murmullo/

Tu primera risa
Alumbró una mañana a Cajabamba

Yo gorrión,
Ya te sabía
Esperaba tu llanto primero
Y lloraste

Pero fue un llanto feliz

Te diste cuenta que estabas viva

Mil años atrás yo ya te quería
Mil años atrás yo ya te veía

El tiempo y los años... una mañana
Ahogaron tus días
Y con ellos nació tu belleza.

El tiempo ahogará las flores
Envejecerá los mapas tornándolos amarillos
Irreparablemente.

El tiempo puede ahogarlo todo

Pero no podrá ahogar un amor de mil años
Porque mil años antes de tu mirada
Cuando el tiempo era joven
Yo igual que esta noche,
Yo
Ya te quería.




IX


Desde ayer te he buscado
En las miradas inciertas de los niños

En cada gota de lluvia
Que vuelve a la tierra como un llanto del alma

Y te encontré sentada en medio de la vida

Quizás a esta hora
Estés sentada entre papeles de oficina y llamadas apuradas de gentes que se van
Por pisos con olor a petróleo,
Entre trajines cotidianos.

Quizás en el reloj las horas avancen inmortales
Frente a tus días de soledad
Y recuerdes que cuando niña
Eras una pastora en el día de navidad.

Quizás a esta hora
Huyas en silencio de los gritos de la calle
(Sabes que tus ojos
han dejado de ver las estrellas como antes)
y busques el silencio que tanto amabas.


Desde ayer te he buscado
En el vuelo de las palomas atravesando la ciudad

Y aún en cada eco del retorno
De un niño cansado de jugar

Y te encontré en el centro de mi alma
Dormida por la tarde cansada de llorar.


X


Eres un helecho
Dormido en el centro del jardín
Los grillos cantan distantes

Las rosas de la tarde se han dormido
Para siempre.

El aguacero hace vibrar mi alma,
Una mosca ronda en la ventana
Sus últimos momentos de vida.

El último gorrión ha cantado en silencio

La voz de la noche grita desesperada.

Sólo la luna puede verte a través de la ventana.

Mis manos alcanzan tu respiración.

Eres un helecho húmedo en medio del jardín,
Los grillos apagaron ya su canto.

Las rosas de la tarde son parte de la noche,
Han muerto para siempre.

El aguacero más fuerte aprieta mi alma
La mosca en el alfeizar
Yace junto a la ventana.

El último gorrión se ha quedado dormido.

La noche ha callado inundada de silencio.

La luna ya no puede verte por culpa de una nube.

Mis manos ya no alcanzan tu destino.

Abro mi alma y callo, siento que te has ido.




XI



Tus ojos guiaron la huida a Egipto
Tus manos desempolvaron un laberinto
De días marchitos.

Tus ojos alumbraron a los reyes magos
Cuando aún perdidos
Buscaban al niño.

Fue hace más de dos mil años
Cuando habitabas con las hadas
En lugares infinitos.

Antes de que en este mundo
Cargues con expedientes marchitos,
Antes de que atravieses juzgados y oficinas
Con sabores tristes.

Antes de que una mujer ciega
Te tome de la mano
Y te pida cruzar la calle
En medio del otoño.

Cuando todas las hojas de los árboles
Caían,
Cuando todas las hojas de tus expedientes
Caían.

Cuando alguna lágrima secreta
También caía
Llevándose en tu misterio un trozo de tu vida.

Tus ojos guiaron mi propia huida
Dos mil años antes
Que inventes mi propia vida.

Tus ojos alumbraron mis días negros
Cuando aún perdido
Buscaba encontrarte en mi camino.

Antes que estos versos existan
La noche breve de tu mano perdida.
Antes de conocerte ahora
Dos mil años antes
En una huida a Egipto
Ya te había conocido.




XII



Vendrán los días y tendrán tu rostro
Vendrá un nuevo día con tu traje azul.

Los ayeres quedarán en medio de la nada

Vendrán los días, cargando racimos frescos
Y atravesarán el patio preguntando por ti.

Los ayeres se evaporarán al infinito.

Vendrán los días que nos fueron negados
Libres de angustias y carceleros.

Los ayeres se esconderán con la noche para siempre.

Vendrán los días y tendrán tu rostro
Traerán alas amarillas para enseñarnos a volar

Y los pasos retornarán a tu quinto piso gastado y solitario.

Nuestros muertos horizontales desde sus tumbas
Traerán su alegría como una ofrenda final.

Vendrán otros días
Y aquellos que dejamos apenas si volveremos a recordar.

Digo que una mañana
De aquí a miles de instantes
Cuando los niños jueguen con cometas de papel,
Cuando las manos del ayer no puedan tocarnos
Una columna
Detenida en el cosmos
Será una casa de barro o de cemento
Llena de perfiles tiernos
La que abrigue nuestros cuerpos cerca del mar.

Digo que una mañana
Cuando amanezcamos al pan tibio
Cuando los niños duerman su sueño matinal
Y
Los
Perros huyan
Con el sol de la mañana
Será una ciudad enorme
Cuando la mañana bostece en el frío del cristal

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro,
Tendrán el rostro de niños hoy desconocidos
Hijos de las tardes que guardamos,
Hijos ajenos a esta noche de enero
A este frío nocturno que tanto duele
A este silencio que aún mi pecho no entiende
A este eco de los días que se esconden en tu voz.



Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Y tus trajines de mujer planchando días,
Dormida entre papeles de angustia y oficina.

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Con los hijos hoy ausentes
Jugando a esconderse tras las cortinas.

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Ese rostro blanco
Y vendrán las tardes a mirar por la ventana
Con sus rayos de sol ya sin calor
Y las noches oscuras
Encendidas por las luces de la ciudad.

Digo que vendrán los días y traerán tu rostro
Para siempre.




XIII


Bajo Tu piel el tiempo es un enigma,
Las horas te contemplan inmóvil
Cuando desde tu ventana tu mirada cae
Cae tu mirada hasta los pasos que retornan
Y no hay retorno que me haya traído

Desde esa altura inmensa
La silueta de la tarde se desvanece,
Los pinos y cipreses fraccionados por el tiempo
Son triste arbustos cercando tu vida.

Bajo tu mirada el mundo es pequeño,
La sombra de los días
Son pájaros muertos
Caídos en las veredas.
La calle que te conduce exacta,
Las escaleras que te aguardan mudas,
Un quinto piso al que llegan las palomas,
Al que llegan las tardes inmensas
Y pobladas de sueños
Un quinto piso al que se llega
Subiendo una escalera fría.

A veces un auto sin nadie te lleva
A veces tus pasos te vuelven a la tarde
A veces una sombra póstuma de alguien
Que como yo en estas seis de la tarde te acompaña.



XIV



Por la calle corre el agua de una lluvia fría

La muchacha provinciana
Que llegó de lejos en autobús
Con maletas deshabitadas se ha callado.

Han quedado deshojadas sus tardes del valle
Desde hoy habitará en jardines de cemento,
Entre muros de concreto y luces de neón.

Donde el hombre
Husmea su vida en basurales
Escarba buscando un pasado feliz
Entre trozos de papel y envases descartables,
Entre días descartables,
Entre amores sucios
Que ninguna lavandera tenderá al sol.

Quedaron ausentes las tardes del hogar
Donde la madre y el padre
Alimentaban el hambre con motes geométricos
Unas latas de leche apiladas esperan
Y unos sacos de arroz
Para alimentar las mañanas solitarias del invierno


Este mundo con horas de 40 minutos
Con días de veinte horas
Con años breves de sudores y cansancios
Un mundo infeliz lleno de avenidas.


Quizás recuerdes el pan blanco de tu mañana
Y tu desayuno feliz hoy menos feliz
Cuando la puerta de tu ayer tenía otra sintonía
Al cruzar la madre al regresar.

Soledad de altura, de manzana inalcanzable,
Soledad rodando por las gradas
Hasta llegar ensangrentada al parque
Ya sin rosas ni claveles.

Porque en esta ciudad apurada
La gente ignora a los seres minúsculos
Y caminan quebrando sus tallos tiernos

Porque en esta ciudad llena de semáforos
No se puede cruzar la calle en silencio.

Simplemente porque en esta ciudad
Las maletas deshabitadas se han llenado de soledad.

Esta ciudad llena de gente
Es en realidad una ciudad sin nadie

Y esa muchachita tierna
Cruza la ciudad entera
Cruza su ayer, su mañana, su hoy
Su lunes, su viernes
Sus pétreos días de amargura
Hasta llegar a sus clases de inglés.

Y también aprendió
Que la gramática inglesa a su lado
La hace mas bella
Y también,
Como ella, una muchacha tierna
Tiene que vivir en este mundo
Con sus maletas deshabitadas y llenas de tristeza
Y soledad.




XV



Dan las seis de la mañana
Por tu puerta se han ido las horas dormidas

(Una bandada de pájaros cruza tu ventana)
Los autobuses cruzan la calle
Con un dolor de cabeza que ha empezado
A matarlos,
Los asientos más viejos y más sucios
Lloran depresiones poseídos por la mañana,
El sol de esa hora apenas tibio
Lo ilumina todo.

Los panaderos hacen sonar su corazón
Montados en angustia de calles
Cubriendo con un mantel blanco su vida entera
Como cadáveres de hombres.

Las beatas cruzan los atrios
Envidiando la locura de los ebrios
Que aún no se han dado cuenta que ha llegado la mañana.

Yo he despertado a la distancia y te pienso
Y tu recuerdo sangra como una herida
Al abrir las ventanas también atraviesan las palomas.


Más allá colgado en un ropero
Mi traje vacío herido de ausencia.

Más allá una corbata me amenaza
Con quitarme las mañanas de tu vida.

Han dado las seis exactas,
Solo el espejo se ha dado cuenta
Que ya no somos los mismos,
Ni los panaderos, ni las beatas, ni los autobuses,
Ni las palomas que surcando la mañana
Cruzan las ventanas.

Han dado las seis y por tu puerta
Se han ido las horas dormidas de tu noche.

De tus ojos, de tus manos
Y del ayer que envuelto en retazos de angustia
Se ha ido otra vez para siempre.




XVI



A tu ventana han llegado los días,
Este invierno cada vez más frío
Me ha preguntado por ti.

Esta hora que huele a geranio
Se ha quedado más vacía

Una rosa sobre la mesa te extraña irreparablemente
Sabe que no has de venir

Esta cama inmóvil,
Esta luz
Un ladrido lejano reniega a la luna

El miedo trepa a mi garganta,
Ha empezado a ahorcarme.

La rosa empieza a morir de pena,
La puerta quiere abrazar esta ausencia.

Tu sombra detenida en mi recuerdo
Y tu recuerdo marchito en la pared
Clavado como una mariposa

Clavado por el beso tierno del adiós.



XVII



En esta tarde tus ojos infinitos
Detuvieron el tiempo

Otra vez me atrapaste como a un insecto
Entre tus manos blancas.

Tus manos tiernas que hicieron mis calles
Por donde huía en mis días atroces.

Un plato de comida en nuestra mesa,
Un plato,
Un plato devorándose la tarde inmensa
Más inmensa con tus ojos contemplando el tiempo.

Un plato chacarero
Que toda nuestra hambre no pudo devorarse.
Un plato chacarero
Que toda la tarde no pudo devorarse.
Un plato chacarero
Que nuestros ojos no han podido devorarse.

Desde recónditos lugares
Unos nidos de aves distantes
Cuelgan del cielo como iconos lejanos.



Y unas moscas
Se han propuesto derruirnos la paciencia
Tus manos blancas las espantan
Y espantan mis penas
Y espantan mis angustias más tristes

Y el miedo a tu adiós también se va con ellas.

Y las horas huyen
Vano intento el de detenerlas.
Y las horas huyen
Con este día que ha empezado a marchitarse inevitablemente
Y las horas huyen con nosotros
Hasta exterminar todo vestigio de la tarde.



XVIII



Tu enorme soledad de quinto piso
Un edificio con cuencas vacías.

Una columna de concreto
Llena de ventanas que dan a la tarde.

Esa tarde pensativa
Que te sorprendió mirando la ventana
Antes de tus seis de la tarde
Para llegar a la iglesia.

Tu enorme soledad de quinto piso
Cinco pisos,
Cuatro pisos,
Tres pisos,
Dos pisos,
Un piso
Hasta llegar a la calle solitaria.

Por donde cruzan los perros callejeros con abrigos de tristeza.

Si después ya no nos vemos
Cuando mires al infinito desde el piso cinco
Acuérdate de este enero,
Acuérdate de mí
Junto a tu soledad de quinto piso.



XIX



A tu abuela
Hoy envuelta en el perfume de un ayer evaporado.

A tu dulce abuela, de tu abuela dulce
Un cura se enamoró una tarde cualquiera

(Me lo contaste un día
En medio de los trajines silenciosos de las horas
Cuando un niño te apuntaba con una pistola de juguete
Y yo temía
Que en su inocencia pudiera lastimarte)

La amaron con locura
Y seguramente
Desdeñó ese amor sin ruido ni balcones
Aunque nunca lo dijera
Y aunque nunca la hayan vuelto a amar así.

Al final sólo ella lo sabía.

Si la agonía de aquel hombre
Que moría de amor ahogado en una sotana.

También sería su agonía
Cuando llegó el otoño a llamar a sus ventanas.

Sólo ella lo sabía
Y sus tardes de té en infinitos recuerdos.

Sólo ella lo sabe
A esta hora que ella duerme eternamente
Ya sin amores.

Ya no importa.
Porque hoy envuelta en el perfume de un ayer evaporado

Ya para qué
A quién puede importarle.

Que baste con que fue amada,
Que baste con que los años la otoñaron.

Que baste con que hoy dormida sobre la muerte
No debe importar si la amaron de verdad
O si la amaron como debían amarla
O si el amarla era un pecado

No la hacía pecadora el ser amada.

(Qué culpa tienen las palomas de volar con alas blancas,
No tiene culpa la cucarda de ser amada por las aves)

Que importa,
Fue feliz, vivió y fue amada

Quizás hoy a la tarde asomen otros amores
En otros caminos
Y sin tomarse de las manos
Puedan amarse sin tocarse.
Vivir, ser felices y ser amados en medio de la tarde.



XX



De todo lo vivido
De cuanto se ha soñado
De todo lo reído
De cuanto se ha llorado.

Al final todo es pasajero
Al final no hay nada eterno.

De las idas y venidas
De las vanas esperas
De los retornos y las despedidas
De los días más largos y de las noches enteras.

Al final nada es duradero
Al final nada dura todo el tiempo.

De las penas más amargas
De los llantos más tristes
De las alegrías más largas
De los momentos más felices.

Al final el río sigue su camino
Al final todo tiene su destino.
Si no fuiste una rosa en mi tarde
Pudiste ser una estrella en mi cielo

Si no fuiste una lágrima en mi mejilla
Pudiste ser una alegría en mi vida.

Sino fuiste un silencio en el centro del ruido
Pudiste ser un grito en el vacío

Al final todo cambia indefinidamente.
Después de una noche negra
Una mañana blanca te espera

Después de la calle más larga
Siempre otra nueva empieza.

Tus ojos en la mitad de mi alma
Siempre serán dos estrellas

Contemplando desde un quinto piso
La noche del mundo pasar.

Al final el haberte querido
No implica que me debas amar.

Al final todo es pasajero
Al final no hay nada eterno
Al final nada es duradero
Al final nada dura todo el tiempo
Ni el siempre, ni el nunca, ni el jamás
Al final el mañana también nunca llega
Al final lo único que ha llegado ha sido este final.

1 comentario:

Xóchitl del Carmen dijo...

Que largo poema!!
=)
buen dia.