viernes, junio 09, 2006




Jaime Abanto Padilla, Poeta Hualgayoquino (Perú). Ha publicado “Huellas De Soledad” 1991 “Ausencia Santa” 1992 Ha sido publicado en tres antologías nacionales, dos de poesía y una de narrativa. En el mes de noviembre de 2005 fue publicado junto a renombrados poetas peruanos en “Poesía Viva, Antología de la poesía Peruana” libro publicado por la Universidad de Guadalajara, México, en el marco de la décimo novena Feria Internacional del Libro en México. Miembro fundador de la APECAJ (Asociación de poetas y escritores de Cajamarca), es miembro de La casa del Poeta del Perú y cofundador de “El Patio Azul”. Varios libros inéditos. Varios premios. Escribe para diferentes periódicos y revistas locales y nacionales. Editor de “El Patio Azul Informativo Virtual”. En el 2006 fue condecorado con el premio “KUNTURWASI”, otorgado por el Instituto Nacional de Cultura. Próximamente publicará “Hualgayoc, historia y tragedia de un pueblo minero” Libro de historia elaborado en diez años de investigación, en el que hurga en los recovecos del tiempo para descubrir las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas de este pueblo minero por excelencia.



De: "VENDRAN LOS DIAS Y TENDRAN TU ROSTRO "




VII

Al final de la calle hay una puerta
Mas allá, después
Una reja,
Después,
Un candado
Después,
Tu ausencia...

Y este enero solo sin tus manos
Con mi abandono y mis preguntas.

Doce y diecinueve, frío silencio
Nadie ha preguntado cómo me siento.

Al final de las horas hay un silencio
Más allá después
Una pregunta,
Después un vacío,
Después,
Tu ausencia.

La noche nace y muere
Y tu no estás conmigo.

Los días van y vienen
Y hoy aún no te he visto.

Afuera el viento sopla
En medio de la noche.

Nadie ha vuelto a preguntar por mí
Nadie ha vuelto a mirar mi pecho herido.

La noche crece y muere
Tu voz es una catarata de silencio

Mis palmas son caminos
Que abrazan tu destino.

La noche grita y llama
Y tú no estás conmigo.

Tus manos se han llevado
Todo mi universo

El viento grita y calla
Ya no puedo callar cuanto te quiero.

Si después, cuando resucite la mañana
Aún
Más allá
En medio del silencio
Te sigo amando con las hojas de este enero
Buscaré en la tarde
Las horas que he perdido
Tus ojos, tu risa, tu voz
Todo...
Todo lo que he perdido

Al final de estos versos
Hay una calle
Por ella te vas tú
Por ella me voy yo
Y tú
No estás conmigo.



X



Eres un helecho
Dormido en el centro del jardín
Los grillos cantan distantes

Las rosas de la tarde se han dormido
Para siempre.

El aguacero hace vibrar mi alma,
Una mosca ronda en la ventana
Sus últimos momentos de vida.

El último gorrión ha cantado en silencio

La voz de la noche grita desesperada.

Sólo la luna puede verte a través de la ventana.

Mis manos alcanzan tu respiración.

Eres un helecho húmedo en medio del jardín,
Los grillos apagaron ya su canto.

Las rosas de la tarde son parte de la noche,
Han muerto para siempre.

El aguacero más fuerte aprieta mi alma
La mosca en el alfeizar
Yace junto a la ventana.

El último gorrión se ha quedado dormido.

La noche ha callado inundada de silencio.

La luna ya no puede verte por culpa de una nube.

Mis manos ya no alcanzan tu destino.

Abro mi alma y callo, siento que te has ido.


XII

Vendrán los días y tendrán tu rostro
Vendrá un nuevo día con tu traje azul.

Los ayeres quedarán en medio de la nada

Vendrán los días, cargando racimos frescos
Y atravesarán el patio preguntando por ti.

Los ayeres se evaporarán al infinito.

Vendrán los días que nos fueron negados
Libres de angustias y carceleros.

Los ayeres se esconderán con la noche para siempre.

Vendrán los días y tendrán tu rostro
Traerán alas amarillas para enseñarnos a volar

Y los pasos retornarán a tu quinto piso gastado y solitario.

Nuestros muertos horizontales desde sus tumbas
Traerán su alegría como una ofrenda final.

Vendrán otros días
Y aquellos que dejamos apenas si volveremos a recordar.

Digo que una mañana
De aquí a miles de instantes
Cuando los niños jueguen con cometas de papel,
Cuando las manos del ayer no puedan tocarnos
Una columna
Detenida en el cosmos
Será una casa de barro o de cemento
Llena de perfiles tiernos
La que abrigue nuestros cuerpos cerca del mar.

Digo que una mañana
Cuando amanezcamos al pan tibio
Cuando los niños duerman su sueño matinal
Y
Los
Perros huyan
Con el sol de la mañana
Será una ciudad enorme
Cuando la mañana bostece en el frío del cristal

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro,
Tendrán el rostro de niños hoy desconocidos
Hijos de las tardes que guardamos,
Hijos ajenos a esta noche de enero
A este frío nocturno que tanto duele
A este silencio que aún mi pecho no entiende
A este eco de los días que se esconden en tu voz.

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Y tus trajines de mujer planchando días,
Dormida entre papeles de angustia y oficina.

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Con los hijos hoy ausentes
Jugando a esconderse tras las cortinas.

Digo que vendrán los días y tendrán tu rostro
Ese rostro blanco
Y vendrán las tardes a mirar por la ventana
Con sus rayos de sol ya sin calor
Y las noches oscuras
Encendidas por las luces de la ciudad.

Digo que vendrán los días y traerán tu rostro
Para siempre.



XV


Dan las seis de la mañana
Por tu puerta se han ido las horas dormidas

(Una bandada de pájaros cruza tu ventana)
Los autobuses cruzan la calle
Con un dolor de cabeza que ha empezado
A matarlos,
Los asientos más viejos y más sucios
Lloran depresiones poseídos por la mañana,
El sol de esa hora apenas tibio
Lo ilumina todo.

Los panaderos hacen sonar su corazón
Montados en angustia de calles
Cubriendo con un mantel blanco su vida entera
Como cadáveres de hombres.

Las beatas cruzan los atrios
Envidiando la locura de los ebrios
Que aún no se han dado cuenta que ha llegado la mañana.

Yo he despertado a la distancia y te pienso
Y tu recuerdo sangra como una herida
Al abrir las ventanas también atraviesan las palomas.

Más allá colgado en un ropero
Mi traje vacío herido de ausencia.

Más allá una corbata me amenaza
Con quitarme las mañanas de tu vida.

Han dado las seis exactas,
Solo el espejo se ha dado cuenta
Que ya no somos los mismos,
Ni los panaderos, ni las beatas, ni los autobuses,
Ni las palomas que surcando la mañana
Cruzan las ventanas.

Han dado las seis y por tu puerta
Se han ido las horas dormidas de tu noche.

De tus ojos, de tus manos
Y del ayer que envuelto en retazos de angustia
Se ha ido otra vez para siempre.



XVII



En esta tarde tus ojos infinitos
Detuvieron el tiempo

Otra vez me atrapaste como a un insecto
Entre tus manos blancas.

Tus manos tiernas que hicieron mis calles
Por donde huía en mis días atroces.

Un plato de comida en nuestra mesa,
Un plato,
Un plato devorándose la tarde inmensa
Más inmensa con tus ojos contemplando el tiempo.

Un plato chacarero
Que toda nuestra hambre no pudo devorarse.
Un plato chacarero
Que toda la tarde no pudo devorarse.
Un plato chacarero
Que nuestros ojos no han podido devorarse.

Desde recónditos lugares
Unos nidos de aves distantes
Cuelgan del cielo como iconos lejanos.

Y unas moscas
Se han propuesto derruirnos la paciencia
Tus manos blancas las espantan
Y espantan mis penas
Y espantan mis angustias más tristes

Y el miedo a tu adiós también se va con ellas.

Y las horas huyen
Vano intento el de detenerlas.
Y las horas huyen
Con este día que ha empezado a marchitarse inevitablemente
Y las horas huyen con nosotros
Hasta exterminar todo vestigio de la tarde.



De: "LA DANZA DE LAS HIENAS "


I


El aullido de las hienas despertó mi corazón
Cuando llovía en tu regreso.

El canto de un ave salvaje
Se perdió tras los huracanes de tu pena.

Y los jardines de la noche aguardaban a que volviésemos
A hundirnos en sus charcos.

El mar no pudo sumergir toda la pena
Que los días arrastraron a mi costado.

No pudo ahogarte el olvido que bebí como un veneno.

No pudieron los crepúsculos olvidar nuestras siluetas
Mordiendo las gargantas de la vida.

Si después, cuando regreses,
No vayas a encontrar mi voz en mi garganta,
Si no hallases mis ojos en sus cuencas aguardándote,
Si no vuelves a encontrarme como ayer.

Y palomas heridas te persigan

Y hienas salvajes te circunden en una danza mortuoria
Con sus ojos luminosos como faros de Belial

Mientras sus risas caigan al polvo de los reptiles.

Acuérdate de mí como ayer.

Acuérdate que en mi corazón germinó la semilla del amor.
Sólo así las gaviotas que me secuestran me liberarán.

Sólo así el viento desatará
Mi cautivo corazón para siempre.

La danza de las hienas no podrá tocarte
Mientras guardes en tu pecho la espera de los parques
Y vuelvas como ayer con tu inocencia
A persignarse en los templos o al cruzar la calle.

La danza de los años no va a lastimarte
Mientras bebas el agua de mis manos
Y a media noche liberemos las estrellas de las osas
Sin mediar batalla alguna.

Sólo mi amor como un puñal puede cortar las cuerdas que te atan a esta pasión.



IV



La vida es un puñado de días muertos, me decías
Y el viento se llevaba tus palabras
Por paisajes pintados por el miedo,
Dios no tuvo tiempo para oír tu voz

Dios nunca tuvo tiempo
Desde que adán mordió el anzuelo de los días.
/Fue ahí cuando Dios encontró el pretexto para abandonarnos/

La vida es un puñado de felicidades muertas, me decías
y yo sabía que te amaba.

Se derrumbaron los silencios y el enero
Y yo sabía que te amaba.

Las hienas se reían de mi pena
Y yo te amaba.

Los eneros se derrumban con el tiempo
Los febreros agonizan en tu beso.

Cuando haya partido, mi voz trepará
A las cavernas del cielo
Y los eneros ya no me buscarán para escondernos.



V



En tu vientre crecieron las enredaderas
Que vararon en la blanca espuma del deseo.

Fueron los días, solamente.

Fueron las olas colgadas de la espera.

Fueron tus ayes colgados de mi garganta
El último crepúsculo de mi voz.

Yo, como a todo, a ti también te llamaba en mis noches de vigilia.

De ti se descolgó el universo cuando el dios que lo tenía sujeto de una telaraña se quedó dormido.

De tus manos de barro y días cayeron mis tardes como un puñado de maíz lanzado a las palomas.

Mientras en tu vientre crecían mis días solos, soleados,
Perseguidos, llenos de nervios.

Corrían las aguas turbulentas de mis amores.

Y yo también, al igual que tú sabía que rescatar la vida era imposible.




VI



Naciste un día como todas, con el llanto desteñido,
Tu casa era un laberinto azul
Al que tus ojos se asomaban a ver caer las tardes,
Nadie te dijo que la vida era una larga batalla,
Nadie te dijo que la vida era una batalla inacabable.

Se burlaron de nosotros las estrellas
Y fugaces meteoros se hundieron en el mar avergonzados.

El maná nunca llegó a nuestras bocas hambrientas.

Dios nos miraba desde su distancia altísima
Sin perdonarnos el pecado de ser hijos de sus hijos.

El gran abuelo nos dejó en el mundo vendiendo golosinas
En las esquinas de las calles.

Y nos envolvió en una sábana blanca sin darse cuenta
Que aún estábamos vivos.

Naciste un día en que el sol se había marchitado
Y yo te esperaba preocupado,
Sin saber si me hallarías.

Hasta que un día floreció en tu vientre mi cansancio.



X



Mañana cuando el tiempo nos haya acorralado
Y no tengamos en el pecho la tibieza de de ningún amor
Y los hijos nos juzguen desde sus ventanas
Mientras el sol llegue a nuestros ojos pensativos

Vas a acordarte de mi voz.

Mañana cuando las risas sean una vieja melodía
Inexistente
Y haya trepado por nuestros cuerpos la enredadera de la vejez.

Vas a acordarte de mi amor.

Mañana cuando apenas la sombra nos acompañe para mostrarnos que hemos envejecido
Y los insectos detesten nuestra piel por su corteza
Impenetrable.

Vas a acordarte de este abril.

Y aún cuando un hoyo nos sumerja en el negro intenso de su interior

Y todos se marchen dejando regadas las rosas que amábamos

Vas a acordarte que en el patio azul de mi amor se enterró tu corazón.




DE: "BALCON INTERIOR "



NAUFRAGIO



Anaranjados crepúsculos se agitan en las flores
El cielo es un espejo que dibuja la noche,
El canto de las últimas aves cruza el horizonte
Y el agua de las alturas también cae a la tierra.

Se desata el tiempo prisionero hasta los labios
Como llamas en el tiempo arde tu mirada
Hasta esta tarde llega tu recuerdo en olas
Al arrecife de mi amor en esta sola orilla.

Barco fantasma, niebla de mar ausente
Los trozos de un naufragio se arrastran en la espuma,
Agoniza la esperanza entre maderas rotas
Sólo tu amor inmenso da vida a esta agonía
Y resucita el tiempo para devolverme la vida.




BUSCANDO TU RECUERDO EN LA LUZ DEL ARCOIRIS



En este crepúsculo de crímenes sutiles
Como decapitar un trébol con los labios
O espantar a las mariposas de las flores amarillas,

En este crepúsculo de inútiles esperas
Que arañan tu recuerdo
También esta pena se cubre de sombra
Para buscarte entre una calle larga de días.

Por eso salgo a caminar por los abismos
En esos parajes desolados donde descansa la lluvia,
En ese retorno vacío al cual aún no has llegado.

Pero al final la tarde muere cubierta de silencio
Beata solitaria, reclinada hasta la puerta del olvido.
Beata de mi tarde a la que nunca llega.

Quiero buscar en este silencio dormido en la ventana
El eco de tu risa recorriendo mi sueño
Preguntando en los parques por tu regreso.

Por eso espero en las estaciones cuando se detiene el recuerdo
Tu rostro descendiendo a la tarde más feliz
A esa luz de arco iris que yo veía por tus ojos
Cuando nuestra sangre era un río arrastrando nuestro amor
A ese rincón silencioso que hoy arrastra tu nombre.




AUSENCIA



A la luz de esta lámpara te busco
Como un camino sin luz a mitad de la madrugada
Te busco en estos pasos
Como la canción que nadie ha cantado.

Un suave rumor cae del cielo en gotas finas
En esta tenue oscuridad de invierno

De mis manos escapan las sombras
Tras de tu ausencia,
Una esquina en la calle me dice que estoy solo,
Mi propia infancia ha vuelto a buscarme
Para jugar a la ronda eternamente tomados de la mano
Y la luz intermitente de tu ausencia
Asesina las sombras de esta pena.

Un perro sin nadie bosteza al otro lado de la calle
El silencio de sus ojeras cae al pavimento
Y ese suave rumor de la pena de no verte
Repica en mi alma de nuevo tu ausencia.