Yo también te quería, cuando mirabas las estrellas en la noche tomada de mi mano y tratabas de explicarme el universo, ese que yo solo veía en tus ojos.
Yo también te amaba, cuando llegaba la tarde y me quedaba dormido sobre las hojas de agún libro, marchito, inerme, herido mortalmente por el cansancio de la nada.
Yo aprendí a leer los días en tus ojos, aprendí el dulce y el salado en tu mirada y en las lágrimas que tantas veces provoqué sin quererlo.
Pero el viento de los días fue acabando ese amor, el tiempo y la distancia hicieron los demás.
Hoy llega tu recuerdo como una hoja caída a mi memoria.
Estás lejos, yo estoy solo.
Recordarte es lo único que queda,
Y esa foto tuya en un marco de cristal sobre la mesa.
Solo tu ausencia.