jueves, junio 22, 2006

CARTAS A EDITH



Hasta la distancia inquebrantable de tu tumba...


PRIMERA CARTA A EDITH

Edith,
Te habría amado toda una vida
Con mis dedos hundidos en la tierra
Como raíces milenarias de los pueblos,
Pero no tuvimos tiempo
Y tu sangre
Se hundió en la tarde, tu boca calló los versos
Y en tu corazón se hizo el pan
De tardes nuevas.

Te habría besado en la boca Edith,
Un niño habría caminado
De la mano de tu risa,
Pero no hubo tiempo
Ni siquiera hubo tiempo para conocernos,
Por eso hoy te escribo estos versos
Que te buscan en el recuerdo
De la hierba silvestre
Que hoy crece sobre tu muerte.

Te habría amado para siempre Edith
Te lo digo en medio de este invierno
Que me duele,
En este pueblo que sangra diariamente,
Pero apenas nos dieron tiempo
Para volver en el vaivén incesante
De nuestros días solos.

Te habría amado eternamente Edith,
Eternamente hasta dibujar tu sonrisa en las piedras.



SEGUNDA CARTA A AEDITH

Hubiéramos caminado entre abecedarios
De tiempo
Sembrando en la tierra geranios y retamas,
Te habría hecho una corona
De laureles y retamas
Y en la larga noche
Hubiéramos liberado a las luciérnagas de sus prisiones.

Pero los hombres llegaron antes Edith
Para arrancar las moras de los días
Y nos enseñaron a jugar a la guerra
Con moras rojas
Y las calles se hicieron más largas
Cuando una colina de musgo
Sepultó nuestra inocencia.

Te hubiera entregado mis versos
Para hacer un puente hasta la otra orilla,
Te hubiera amado como se ama a una estrella
Azul y lejana, en el cielo y con el alma.

Pero nos separaron Edith
Y hoy te recuerdo
Con esa sonrisa de flor junto al camino,
No dejaron que te encuentre
Por eso ahora que estás muerta
Te lloro y te escribo.

Para que sepas que te habría amado toda una vida
Con mis dedos hundidos en la tierra,
Con mis manos hundidas en el pueblo Edith,
En nuestro pueblo, mi tierna Edith.



TERCERA CARTA A EDITH

Fuiste otoño derrumbado
Sobre caminos polvorientos,
Pero tus pasos fueron un vuelo de mariposa
Atravesando las montañas.

El hambre de los niños tomaba tus cabellos
Y tus manos aplastaban flores frescas
Para pintar tus labios rojos
(niña blanca y transparente)
Yo entonces te buscaba en la vigilia
De poemas inacabados,
Entre cárceles sembradas de inocentes,
Entre el aroma de la hierba
Que crecía sobre tumbas nuevas.

Tu sangre Edith
Un día se regó sobre la tierra como una lluvia,
Pero ese invierno no era bueno
/Inocente pájaro sin madrugada/

Mis manos llegan hasta ti cuando acaricio la lluvia.

Otros caminos
Van a llevarnos a perseguir mariposas.
La bandera de tu amor
Se agita en este llanto.

No voy a olvidarme de tu vuelo
Paloma blanca,
Mis brazos llegan hasta ti Edith
A esta hora que tu sonrisa resucita en mi recuerdo.



CUARTA CARTA A EDITH

De repente abro viejos papeles para buscarte,
En el aroma de las flores rojas de geranio,
En un minero sin voz
Que cruza solo, una calle de Hualgayoc.

Te había hablado de mi pueblo
Lleno de casas de adobe y techos de paja,
Viejas puertas enlutadas cada semana.

Edith
Te dije que las piedras azules
Eran un camino largo al cementerio.

Esta noche que te escribo
Sigo recordando tu sonrisa detenida en el tiempo.

(Que ganas de buscarte en el ayer
Para ir a amarte
Llenar mi alforja de pan y de flores
Y de una piedra si es preciso
Para que nadie persiga tus pasos por la hierba)

De repente abro mis manos para buscarte,
Te busco en mis uñas, en una cicatriz de infancia
Y en esta piel como si fuese un mapa,
En mi propia piel envejecida.
Estoy en Hualgayoc ahora Edith,
El pueblo que nunca conociste
Excepto por esta carta,
Porque nunca es tarde,
Porque pudimos estar los dos bajo la lluvia en este instante.



QUINTA CARTA A EDITH

El río baja rodando angustias
Aquí no crece la retama.

Pero aquí Edith
En mil setecientos ochenta y dos
(Después que mataron a Túpac en el Cuzco)
Vivió un cacique triste
Que los hispanos secuestraron por temor.
Guamán Cayotopa
Tenía frío en las alturas y en las lluvias.
Dos de sus hijos nacieron en este pueblo
En Gualgayoc
En Micuypampa
Aquí donde no llega el calor de ninguna tarde.

Algo de esa historia se sacude en este pueblo
Sobre viejas paredes derruidas
Bajo enormes aldabas,
Algo que se desliza por el pasado
Como una sombra rota entre las piedras.

Por eso Edith,
Entierro mi pasado en este pozo de flores salvajes
Sin retamas ni geranios. Tu sombra llega desde lejos
A esta pena deshabitada
Ya no van a herirte las palabras de los hombres.

Nadie va a lastimar tu recuerdo
Mientras mi palabra se agite como una espada.



SEXTA CARTA A EDITH

Edith, he tocado una puerta vieja para buscarte
Entre los viejos maderos de su historia.
Las hormigas también cargaban los tallos y hojas
El día que te abandonaron muerta
Sobre la hierba y la tierra.

Las heridas dejaron de sangrar
Cuando tu sangre humedeció las piedras.
Los perfiles de tu palabra
Fueron llevados por los gorriones
Ese fue el olivo de la esperanza
Para una barca que te aguardaba cerca.

Voy a dibujar tu rostro
Con el barro de los caminos
Con la tierra y con el agua de los pueblos.

No tuviste tiempo
Para planchar las arrugas de los días
Que envejecían como amarillas escrituras
Guardadas en el rincón secreto de la casa.

No dejaron que te despidas
De los días de eneros que amabas.
No dejaron que mis brazos
Amen tu silencio de paloma.

Por eso escribo esta carta triste para buscarte
Frente a una puerta de madera envejecida
Porque sé que lanzabas pan a las palomas
Que surcaban el cielo de la patria
De nuestra paria hoy menos blanca.



SEPTIMA CARTA A EDITH

Habitamos calles vacías
Llenas de muerte.

Habitamos la tristeza de los inviernos
Que brotaban de las mañanas en décadas amarillas.

Nuestros hijos
Nos miran desde ventanas enrejadas
Desde las que nunca nacerán
Y los hijos de aquellos que se llevaron sin retorno,
Sin piedad,
De aquellos que rodaron sus pupilas
Al mañana inacabado de la sombra.

Habíamos habitado antes una casa vacía,
Casi muerta
(Las casa mueren de Soledad Edith
Y de olvido como algunas tumbas
A las que no les llega el recuerdo
Y los días las cubren de tristeza)

Habíamos habitado una casa sola,
Ajena
A la que solo nuestro canto silencioso
Llamaba
Ahora que cae la noche
Me acuerdo de tu rostro en el perfil del tiempo
Mientras una estrella fugaz
Cae a mi corazón de niño.



OCTAVA CARTA A EDITH

Para ti he desvestido los días
Y he tejido mis insomnios en noches estrelladas
Y he dibujado
En aguados cielos
Tus pupilas rebuscando en las praderas la mañana.

Para ti recogí las hojas secas que los días
Arrastraban en bandadas a tu tarde,
A la hierba fría que hoy retiene tu aliento
En una cerca de geranios blancos.

Por ti he visto arder el mundo en el invierno
En llamas fugaces de madrugada.

Por ti he perseguido a los caminantes
Hasta los campos donde crecen los recuerdos.

Y para ti
Entierro mis manos en la tierra
Donde el pueblo siembra siempre su tristeza.