Pocas veces en la vida
valoramos lo que tenemos, a veces como sucede con las vacas de un corral,
estamos mirando el pasto del otro lado de la cerca pensando que aquel es más
sabroso que el que tenemos.
Sucede a menudo con
nuestros afectos, nos alejamos por malos entendidos y es cuando recién nos
damos cuenta de lo que tuvimos, pero a la vez de lo que perdimos. No es fácil
reconocer que nos equivocamos, pero tampoco podemos estar equivocándonos todo
el tiempo, constantemente y hacer del error una monotonía. Aunque dicen que es
mejor equivocarse porque ello significa que algo hacemos, los que no se
equivocan casi siempre permanecen inmutables es necesario aprender de nuestros
errores la vida de nuestros días grises.
A veces parece que la vida
nos ahoga y es fácil pensar en salidas nada prudentes, la vida pese a todo
sigue siendo hermosa y nada hay en ella que merezca dejarla pasar de largo sin
siquiera darnos cuenta.
Cada día puede ser el
último, uno nunca sabe en qué momento nos buscará la mano solitaria y fría de
la muerte, sin darnos tiempo a pedir el perdón postergado, el te amo negado, la
palabra de amor no dicha ni el instante feliz que pudimos haber regalado a ese
alguien al que preferimos tratar con indiferencia porque creímos que el tiempo
era eterno y que la muerte no iba a llegar a buscarnos.
La vida está hecha de
instantes inesperados, en la película de nuestra vida somos las estrellas, el
artista principal que ríe, calla, se cae, se levanta y sufre. Somos los
arquitectos de esa dicha o infelicidad, perpetua o temporal. Nadie va a hacer
por nosotros lo que no hagamos por nosotros mismos.
La vida tiene tiempos
extraños, días lluviosos, días soleados. No hay pena que dure todo el tiempo,
ni melancolía a la que no borren los días. La vida es apenas un instante si la
comparamos con tantas cosas que aprendimos con el tiempo, en la vida apenas
somos pasajeros que tomamos un bus cuando nacemos y no sabemos en qué instante
nos desembarcarán en algún paradero.
Nada es eterno, todo es
efímero y pasajero. Hay cosas que duran más, eso es cierto; pero nada hay a lo
que no llegue su último momento. Siempre nos damos cuenta de lo que tuvimos
cuando lo perdemos y casi siempre es tarde para decir me arrepiento.
La vida está hecha de
momentos inesperados que sin darnos cuenta se los lleva el tiempo, mientras nos
hacemos viejos, mientras nos negamos un beso, un afecto, un te quiero… hasta
que un día nos damos cuenta que estamos muertos.
No dejes que el río de los
días se lleve tu vida, aunque a veces hay momentos tristes vale la pena seguir
viviendo. Aunque las lágrimas rueden tus mejillas, vale la pena llorar la pena
contenida para dejar el alma libre del peso inútil de la ausencia.
Vale la pena hacer
cualquier esfuerzo para ser feliz. Y aun cuando parezca que todo está perdido
se puede volver a empezar, en otra ciudad, con otra gente, con otros afectos…
Mientras haya vida habrá esperanza y todas las penas al final siempre se
acaban. Vale la pena cualquier razón para ser feliz, buscar la dicha escondida
en cualquier momento.